30.7.11

Amaranto y esperanza

Estuve en Huixcazdhá. Aún me siento conmovido, perplejo, entusiasmado. Participé en un Taller educativo de Verano. No sé si fui "maestro", pero sí fui lo que me gusta ser: comensal. Alguien que se sienta frente a la mesa de la vida a compartir los alimentos y dialogar. Eso hicimos y muy bien. Fue una semana de preguntas: ¿cómo enfrentaremos las crisis de un sistema urbano de consumo insostenible?, ¿de qué servimos los universitarios idealistas en un pueblo hidalguense?, ¿dónde dejaron la llave del baño?
   
   Un videoreportaje les hablará sobre Huixcazdhá y San Miguel de Proyectos Agropecuarios (http://www.sanmiguel.com.mx/). El proyecto iniciado por el timonel Benito Manrique de Lara es fabuloso: contribuir a la sustentabilidad productiva de una comunidad rural con el procesamiento del amaranto, planta resistente y sumamente nutritiva.  

 


...

   Adrián Hernández (amigo entrañable, hacendoso coordinador, caballero higiénico y bien parecido) decía: Huixcazdhá es una escuela. Y según me parece, en ella podemos aprender sobre la construcción de un equilibrio  (he aquí una "Utopía concreta") entre una infraestructura moderna (con procesamiento industrial y uso productivo de internet) y una vida de equidad social y bajo impacto ambiental.  
   No se trata de un paraíso terminado: como cualquier pueblo mexicano, en Huixcazdhá son visibles la disgregación familiar causada por la emigración, las injusticias sexuales, el conformismo apático, el alcoholismo... Y sin embargo no es, como la mayoría, un pueblo que agoniza; este pueblo vive y nos ofrece esperanza a todos los que nos sentimos atrapados en la monstruosidad de las ciudades amorfas e insaciables.
   Niños, viejos campesinos, comunistas, burgueses, soñadores, indigestos, con todos sentí que era posible hacer un camino hacia la sencilla felicidad.  Habrá que comenzar.


Recetas (¡Nueva sección!)

 El núcleo creativo de esta ocasión será el amaranto. (Para la descripción de las cualidades de esta prodigiosa planta, puedes leer Amaranto, el Mejor Alimento de Orígen Vegetal.) Dos platillos:

1.- Cereal alternativo (desayuno que suelo prepararme): yogur natural (recomiendo tener en casa una comunidad de bacterias (búlgaros) que lo fabriquen para ustedes; por experiencia propia sé que son mascotas fieles, laboriosas y sumamente discretas), amaranto reventado, nueces, pasas, chocolate en polvo y, si son muy  dulces, una cucharada de miel. Esto los nutrirá mucho más que el Elefante afroamericano y obeso adicionado con Vitamina B, o cualquiera de sus asquerosos compinches.      
 2.- Setas empanizadas con amaranto en salsa de...: compras una setas tan grandes y planas como sea posible. Las rebozas en huevo batido condimentado con sal, pimienta y, si eres lascivo,  pimentón (páprika), y procedes a empanizarlas con granos de amaranto reventado. Luego las pones a freír en aceite (de cacahuate, si es posible). Por último, experimenta con alguna salsa: crema de cacahuate, mostaza con estragón, jugo de moras con salsa Worchestershire, chile pasilla... estoy salivando. Adiós.

9.7.11

Arte en la boca



¿Para qué creamos arte? Puede decirse: para alimentar el espíritu, para conseguir una beca del gobierno, sincronizar la actividad de la corteza cerebral con el hipotálamo, hablar con  los dioses, ligar en el antro, para nada, etcétera. Cambiemos de pregunta: ¿Qué distingue al arte de todo lo demás? Responderé, con riesgo de ponerme metafísico, que la distingue su autopoiesis, el surgimiento de sí misma, la creación. La obra de arte se origina dentro de nosotros mismos, no para resolver un problema práctico ni una necesidad de satisfacción biológica imprescindible; no es una herramienta para abrir cocos ni un método efectivo para sobrevivir (en términos naturales). Los cavernícolas que pintaron los muros de Altamira y Lascaux, aunque lo hicieran para lograr mágicamente cazar bisontes, no lo lograron así: pintaron porque algo en su interior se lo pedía, algo, lo mismo que nos pide decorar las paredes, golpear los tambores, bailar, contar historias; algo que sale de nuestros sesos y vuelve a ellos, glorioso, sin ninguna utilidad.  ¿Y esto que tiene que ver con la comida?
Pinturas rupestres en Lascaux, Francia.

   La alimentación ha sido siempre una necesidad práctica: la cocción como predigestión; la condimentación como forma de preservación; la agricultura como solución a la explosión demográfica; la industrialización como reducción del tiempo dedicado a la cocina; el azúcar y la sal como adicción, los granos como mercancías (commodities), la torta de tamal como relleno energético.  Sin embargo, me interesa explorar una posibilidad: la vida como arte, la alimentación como arte.

'La última cena' de Leonardo da Vinci

   El arte de vivir comienza cuando nuestra existencia no se agota en resolver conflictos (escasez, hipotecas, divorcios, embotellamientos, enfermedades) y satisfacer pulsiones (hambre, sueño, sexo, odio). A lo largo de nuestra historia, hemos creado necesidades interiores que sólo el arte puede llenar: paz, amistad, belleza, elegancia, exquisitez, armonía con la naturaleza, erotismo… todas esas cosas prescindibles que, sin embargo, nos salvan del tedio y el horror. Por eso, sencillamente, en Terraboca quiero encontrar maneras en las que el acto de comer contribuya a la vida como obra de arte: una vida feliz (sabrosa) y saludable (nutritiva), en paz, en armonía con la naturaleza (sustentable) y con los demás seres humanos (justa); una vida hermosa.
    Estas cosas ya las había dicho antes, pero repetir estos propósitos me hace falta: ¿cómo empezar a cumplir esta ensoñación? Hay diversos caminos; el movimiento internacional Slow Food, por ejemplo, se sostiene en un modelo de vida no dictado por la prisa y el estrés, sino por el disfrute de una relación personal entre los alimentos (locales), los cocineros artesanos y los comensales relajados; la cocina experimental, como en elBulli de Cataluña (próximo a cerrar sus puertas) también busca que el acto de comer sea una experiencia distinta, especial, poética.
Ferrán Adriá, chef de elBulli

   Que sea así y que las personas cambiemos no por miedo (del cáncer, de los desastres naturales, de la diabetes y los terroristas) sino porque tenemos ganas de belleza, ganas de armonía, ganas de la buena vida. Provecho.

La buena vida (Henri Cartier-Bresson, Juvisy, Francia, 1938.)
Anímense a comentar: que si el arte no es eso, que les gusta McDonald´s, que si ya les voy a pagar, que si están contra las superestrellas como Ferrán Adriá, que si soy un espía del FBI. Si noy pueden comentar abajo, escríbanme a jcomensal@gmail.com